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VI
El lied. El lied de Schubert
En la serie de lecciones que he dedicado a la canción hasta
ahora, he procurado hacer resaltar principalmente las modalidades de
la canción popular. En las numerosas ilustraciones musicales que he
ofrecido, la canción popular se ha presentado unas veces en su forma
más genuina y sencilla, tal como ha brotado del pueblo, y otras veces
en forma más refinada o, como suele decirse, más estilizada, pero sin
llegar a perder por ello su sabor popular.
Hoy vamos a apartarnos un poco de este tipo de canciones,
para examinar una categoría especial de obras que, aun cuando también
pertenece al género vocal de las canciones, ofrece caracteres propios
inconfundibles, a la vez que un valor artístico muy elevado. Este tipo
especial de canción a que me refiero es el de la canción alemana conocida
con el nombre de lied. “Producto típico del alma germánica, resulta
prácticamente imposible hallar en otros idiomas el vocablo que traduzca
con exactitud lo que el alemán entiende por lied. Se trata, desde luego,
de una canción. Pero, si todo lied es esencialmente una canción, no
toda canción es un lied. El tipo especial de canción que los italianos
denominan lírica y los franceses y españoles romanza, o también melodía
para canto, no corresponde del todo al concepto del lied alemán, género
este cuya variedad es mucho mayor, tanto por lo que se refiere a la
multiplicidad de sus formas, como a sus recursos expresivos y a su ideología
íntima. Puede decirse que lo que constituye la base fundamental del
lied es la perfecta fusión de la poesía y de la música. Ahora bien,
si al decir poesía consideramos exclusivamente las numerosas obras que
bajo el nombre de baladas, odas, canciones, etc., nos han legado los
poetas alemanes clásicos y románticos de los siglos XVIII y XIX, y si
al decir música, aludimos muy especialmente a las típicas melodías alemanas
(incluyendo entre éstas a las de la región vienesa), melodías cuyo origen
puede o no ser estrictamente popular, habremos reunido los elementos
esenciales que nos permitirán formarnos un concepto bastante justo de
lo que en la patria de Mozart y de Beethoven, de Schubert y de Schumann,
se entiende por lied. La íntima compenetración que hallamos en el lied
entre la poesía o texto literario y la música, es tal vez la razón principal
que nos explica, por qué fuera de Alemania este género musical no obtiene
la misma popularidad o no es tan comprendido y gustado como el de otras
canciones típicas, pero menos elevadas. Y, es que, en efecto, cuando
el texto, la letra, no se entiende; cuando no podemos seguir paso a
paso la ilación del asunto o argumento con todos sus pormenores, es
muy explicable que no le tomemos excesivo gusto a la música, ya que
lo que en ésta constituye su más íntima expresión y como su razón de
ser, puede decirse que se nos escapa, o casi. Por ello, pues, el lied
alemán, que representa un aspecto característico de cierta y determinada
cultura nacional, es plenamente comprendido y gustado por los hijos
del país donde esta forma musical ha nacido; donde esa determinada cultura
nacional se ha desarrollado” [1]. Algunos opinan que una buena traducción del texto,
bien ajustada a la índole de la melodía vocal, puede ser de mucha ayuda
para la comprensión del lied alemán por parte de los no alemanes. Pero
casi ninguna de las traducciones que se han hecho de esas bellas poesías
alemanas ha resultado ser tan perfecta como para reemplazar el texto
original.
En el lied de Schubert y de los grandes compositores alemanes,
“la palabra se une tan estrechamente a la melodía, que se hace inseparable
de ella, y aunque fuesen insignificantes los cambios que se hicieran
en el texto, éstos no podrían efectuarse sin violencia” [2]. Por todo ello, lo mejor es prescindir de las
traducciones y escuchar los lieder [3] alemanes cantados en su idioma original. Lo esencial,
en realidad, es oírlos cantar por un artista que sepa interpretarlos
a cabalidad. Si se conoce el asunto poético que ha inspirado la composición,
y ésta es bien interpretada por un verdadero artista, es seguro que
nadie habrá de permanecer indiferente ante las múltiples bellezas que
nos brinda este maravilloso tipo de canción.
Franz Schubert puede ser considerado como el compositor
que llevó el lied a su más alto grado de perfección. Dejó escritas más
de seiscientas obras de este género. En ellas ha sabido Schubert, con
insuperable maestría, expresar todos los matices del sentimiento humano.
Este gran músico tenía el don de sentir intensamente la poesía; estaba
siempre dispuesto a contemplar tan sólo el aspecto ideal de cuanto le
rodeaba para expresarlo seguidamente en forma musical. Componía siempre
con rapidez y soltura asombrosas. En el solo año de 1815 llegó a escribir
144 lieder, más cuatro óperas cómicas, dos sinfonías, dos misas, un
cuarteto, dos sonatas y varias piezas de piano. La calidad de sus obras
es por ello mismo muy desigual, pues no puede pretenderse que una producción
tan copiosa, realizada con semejante premura pueda ser toda de primer
orden.
Siendo, pues, Schubert uno de los compositores que mejor
ha sabido tratar el género del lied, deleitémonos escuchando algunas
de sus más famosas canciones. La primera que ofrezco como ejemplo se
titula El viajero errante. Antes, sin embargo, juzgo interesante
establecer una comparación o, mejor dicho, un contraste, que ayudará
grandemente a precisar cuál es la calidad y cuáles son las verdaderas
características de la canción schubertiana. Existe una canción rusa
titulada: El pobre viajero errante, por el compositor Nevstruev [4]. Se trata, pues, en ambas canciones, de un asunto
más o menos similar: el del pobre vagabundo que canta en el destierro
las dulzuras de su patria y que suspira por retornar algún día a ella.
Mientras la canción rusa es de un realismo casi repugnante ya que el
pobre vagabundo no se contenta con expresar su tristeza en forma puramente
musical, sino que termina llorando de verdad verdad, con sollozos, lágrimas
y todo, el viajero de Schubert canta su dolor y su esperanza con toda
la intimidad y dulzura dignas de un músico poeta, de un artista que
no pierde nunca de vista lo esencial en toda obra de arte: el sentido
de lo bello, la idealización de la realidad expresada en forma puramente
artística.
Oigamos, pues, la canción rusa El pobre viajero errante,
tan realista en su expresión, y en seguida, el lied de Schubert titulado
también El viajero errante.

Franz Schubert, compositor austríaco
(Lichtenthal, 1797 - Viena, 1828)
Ejemplos musicales:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
El pobre viajero errante (Song of the
needy Pilgrim), canción de Manykin-Nevstruev.
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Der wanderer (El viajero errante)
, de Franz Schubert.
En la lección anterior hice alusión a la importancia que
tiene el acompañamiento instrumental en ciertas canciones. En los otros
tres lieder de Schubert a que voy a referirme, se pone de manifiesto
con toda claridad el papel tan esencial que desempeña este acompañamiento,
sin cuya presencia la melodía vocal, por si sola, resultaría incolora,
por muy expresiva que ella fuera. El piano, en estas canciones, no es
un simple instrumento acompañante; por medio de sus acordes, arpegios,
o melodías, el compositor crea un ambiente, es decir, pinta, en cierto
modo, el medio, interno o externo, dentro del cual se desarrolla la
acción concebida por el poeta. El instrumento viene a ser así como “un
actor que por sí mismo y por sus propios recursos, toma parte en la
exposición de todo el conjunto”.[5]
La primera de esas canciones de Schubert a que me refiero
es una de las más célebres: Margarita en la rueca, sobre poesía
de Goethe. Mientras la apasionada hilandera se entrega a su tarea, evoca
ella el abandono en que la ha dejado su amado: “Mi triste cabeza se
destroza; mi angustiado espíritu se pierde”, dice ella. “No conozco
el reposo. Nunca, nunca encontraré la paz”. “Oh, su beso...” exclama
de pronto. Entonces la voz desfallece. La rueca deja de rodar momentáneamente,
para luego proseguir en su monótono trabajo. La melodía vocal de esta
canción, con ser tan expresiva, es sencillísima. El piano, por medio
de su acompañamiento, describe simbólicamente el incesante rodar de
la rueca, creando así ese ambiente poético de que hablaba hace poco.
Schubert no había cumplido dieciocho años cuando compuso esta obra maestra.

Franz Schubert, compositor austríaco
(Lichtenthal, 1797 - Viena, 1828)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Margarita en la rueca, de Franz Schubert.
Otra obra de Schubert, tan admirable como la anterior es
la balada titulada: Erlkönig, en alemán, y la que unos traducen: El rey de los olmos o de los alisos, y otros, El rey de los
duendes o de los elfos. Desde el punto de vista poético, esta balada
es una de las obras maestras de Goethe, el más grande de los poetas
alemanes. Como casi todas las baladas, el asunto de que trata “El rey
de los elfos” está basado en una de esas numerosas leyendas populares
de elfos, gnomos, silfos y demás seres fantásticos que nos ofrece la
mitología medieval. Como dice un autor, “estos genios o divinidades
terrestres, tan pronto perversos o malignos como propicios y benéficos,
inspiraron al pueblo, después a los poetas y luego a los músicos: primero
a Mozart y luego a Schubert”.[6]
El argumento del rey de los elfos es el siguiente: una noche
de tormenta, un padre cabalga llevando a su hijo enfermo; el niño oye
una voz misteriosa en medio de la tempestad, que le promete descanso,
alegría, ternura. “¿No oyes, padre, lo que me promete el rey?”, dice
el niño. “Cálmate, hijo mío —replica el padre—: es ilusión; son las
hojas de los árboles movidas por el viento”. Las palabras del genio
cada vez más amenazadoras, persiguen al padre y a su alucinado hijo
en aquella desesperada huida. Los gritos de terror del niño; el viento
de tempestad que ruge; el jadear de la vertiginosa carrera y la detención
final de todo ese movimiento, cuando a la llegada el padre se da cuenta
de que su hijo ha muerto en sus brazos; ese final doloroso y como tronchado
con el que acaba la trágica escena: todo ello ha sido expresado musicalmente
por Schubert con arte magistral. Esta vez, lo que el acompañamiento
pianístico quiere evocar principalmente, es la furiosa y desesperada
cabalgata.

Franz Schubert, compositor austríaco
(Lichtenthal, 1797 - Viena, 1828)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Erlkönig (El rey de los elfos),
de Franz Schubert.
La doncella y la muerte es la cuarta y última de
las canciones de Schubert que deseo comentar. Es una breve melodía concebida
en forma de diálogo. La muchacha, llena de terror y de agitación ante
el espectro de la Muerte que se le aproxima, le dice a éste: “¡Fantasma
aborrecible, siempre me persigues!. ¡Morir tan pronto! ¡Déjame vivir
algunos días más!”. A lo cual la Muerte, con misteriosos acentos, en
una especie de cantilena, severa y amistosa a la vez, le responde: “Dame
tu mano; no tiembles, mi voz es la de una amiga; vas a dormir en mis
brazos con un sueño más dulce que la vida”. Nótese el extraordinario
contraste expresivo que hay entre la primera y la segunda parte de este
tétrico diálogo: entre la voz suplicante de la muchacha y la del indeseable
visitante que la invita a dormir entre sus brazos. Los acordes del acompañamiento,
lúgubres, patéticos, evocan de manera impresionante la actitud tan poco
halagadora del ingrato fantasma.

Franz Schubert, compositor austríaco
(Lichtenthal, 1797 - Viena, 1828)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
La doncella y la muerte, de Franz Schubert.
Sería un gesto de muy mal gusto por parte mía, concluir
esta lección con una impresión tan lúgubre. Schubert tiene también una
infinidad de canciones risueñas, alegres, festivas, de una gracia exquisita.
No terminaré, sin embargo, con una de sus canciones de este tipo, porque
quiero citar un ejemplo de lied coral, que es otra forma interesantísima
de canción, cultivada por los compositores alemanes. Se trata de una
preciosa cancioncita infantil del célebre músico alemán Brahms, autor
también de numerosos lieder: Las florecitas sueñan; así se titula
esta ingenua canción, verdadero modelo de lied coral alemán de estilo
popular.

Johannes Brahms, pianista y compositor alemán
(Hamburgo, 1833 - Viena, 1897)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Las florecitas sueñan (Sandmännchen),
lied coral de Johannes Brahms.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- De un artículo de J.B.Plaza publicado en El Universal,
el 11-2-1936. [Regresar]
2.- P.
Recio-Agüero: Schubert, su vida y sus obras, p. 152. [Regresar]
3.- "Lieder"
es el plural de "Lied". [Regresar]
4.- Manykin-Nevstruev,
compositor ruso de finales del siglo XIX y principios del XX. En la
actualidad es recordado solo por la canción popular que Plaza menciona. [Regresar]
5.- P.
Recio-Agüero: Schubert, su vida y sus obras, p. 156. [Regresar]
6.- P.
Recio-Agüero: Schubert, su vida y sus obras, p. 156. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |