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XLII
Difusión actual de la música. Características de
la música latina y especialmente de la francesa. Fauré.
Jacques Ibert [1]
Gracias al creciente desarrollo de la industria fonográfica,
hoy día podemos disponer de un repertorio musical grabado en
discos tan extenso como valioso. Nunca, como en nuestra época,
conoció la humanidad tantas facilidades para aprender y para
disfrutar de los más altos goces espirituales. Pero es una ley
el que el hombre pronto se acostumbra a todo, de suerte que las creaciones
más geniales y maravillosas terminan por dejarlo indiferente.
Así se explica cómo, no obstante los medios de progreso
de que disponemos hoy día, el nivel cultural de casi todos los
pueblos ha ascendido relativamente muy poco en los últimos tiempos.
El espíritu comercial, al invadir todos los campos, ha sido ciertamente
uno de los principales factores que obstaculizan el armonioso desarrollo
de la cultura en todas sus fases. Sabemos, no obstante, que nuestros
esfuerzos por dar a conocer y difundir la buena música han producido
ya algún resultado favorable en nuestro medio. Hay un hecho halagador,
entre otros, y es que la venta de discos de música seria ha aumentado
considerablemente en Caracas en estos últimos meses (1940). También
a los conciertos y otros actos musicales asiste ahora más público
que en años pasados. Si, con estas lecciones hubiésemos
contribuido siquiera en parte a implantar en nuestro pueblo la afición
por la buena música, nos sentiríamos francamente orgullosos
y más dispuestos que nunca a proseguir esta importante campaña
que hemos emprendido en pro del arte musical.
Pasemos ahora a comentar algunas obras musicales de autores
franceses de finales del siglo XIX y principios del XX. Nos proponemos,
especialmente, hacer destacar en dichas piezas, la claridad propiamente
latina, mediterránea, que las caracteriza. Ha sido, sin duda,
este carácter expresivo, siempre tan directo, tan diáfano,
lo que le ha valido a la música francesa el alto prestigio internacional
de que goza hoy día. Mientras los numerosos compositores de las
escuelas centroeuropeas producen por lo general una música profunda,
meditativa y sabiamente elaborada, los artistas de Francia, así
como los mejores de Italia o de España, se esmeran en ser siempre
diáfanos en su expresión evitando todo lo que pueda parecer
artificioso, rebuscado. Hay, naturalmente, excepciones, como en todo,
pero, si nos atenemos al tono general predominante en los músicos
latinos, notaremos siempre que la claridad y la riqueza de colores o
de matices es uno de sus rasgos fundamentales. Entre todos los compositores
franceses contemporáneos, Gabriel Fauré es ciertamente
quien mejor ha logrado reflejar en su música esa delicadeza de
tonos y esa claridad de expresión, tan propia de los compositores
latinos. Es por ello por lo que las melodías para canto y piano
de Fauré son consideradas como una de las joyas más valiosas
de la producción musical francesa. Ya tuvimos ocasión
de comentar algunas de esas delicadas melodías de Fauré.
Hoy vamos a referimos a una de sus más célebres piezas
instrumentales, la Siciliana, para orquesta. Es una de las músicas
más suaves y delicadas que se hayan compuesto. Conviene repetir
aquí que nada es tan difícil en arte como ser original,
original como lo fue Fauré, dando a la vez una impresión
de perfecta naturalidad, sin el menor alarde de tecnicismo. Tal es el
secreto de los verdaderos genios.

Gabriel Fauré, organista y compositor francés
(Pamiers, 1845 - París, 1924)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Siciliana, de Gabriel Fauré.
El famoso filósofo alemán Nietzsche, después
de haber admirado profundamente la música wagneriana, terminó
por rebelarse contra ella. Le resultaba insoportable, según decía,
el norte húmedo y todas las brumas del ideal wagneriano. Afirmaba
que todo lo que es bueno, es liviano y todo lo que es divino,
corre con pies ligeros. Y concluía diciendo que era preciso
mediterranizar la música. Vuelta la mirada hacia Francia, Nietzsche
entonces descubrió la Carmen de Bizet y saludó
en este compositor al libertador que le hacía olvidar definitivamente
la colosal empresa wagneriana. Esto sucedía en 1888. De entonces
acá ningún país ha producido, como Francia, tanta
música alada, de pies ligeros, como la
soñaba Nietzsche. ¡Cuánto no se habría deleitado
el filósofo oyendo las partituras de un Fauré, un Debussy,
un Ravel...! Hemos hablado a menudo de estos compositores, los más
grandes y representativos de la escuela francesa de finales del siglo
XIX y principios del XX. Hoy vamos a comentar una obra cuyo autor, Jacques
Ibert, es una de las figuras más destacadas de la postguerra
en Francia. Ibert, aunque su estilo es bastante personal, puede considerarse
como un continuador de la escuela debussysta. Así, al menos,
se revela en la obra suya que recomiendo escuchar: una suite para orquesta,
titulada Escalas. Esta suite consta de tres partes o movimientos,
cada uno de los cuales corresponde a una impresión sinfónica
que conservó el compositor de un viaje que realizara por la cuenca
mediterránea. Palermo, Túnez y Valencia: tales son las
tres escalas de este viaje, las tres impresiones musicales que integran
la suite. Un evidente lazo psicológico une estas tres partes,
tan diferentes las unas de las otras: es el alma misma del músico
viajero. Una vez más hemos de aplicar aquí, la célebre
frase de Amiel: Un paisaje es un estado de ánimo.
En la costa meridional de Italia, el compositor evoca primero sus impresiones
en un nocturno; la melodía es expuesta por una flauta y una trompeta
sobre un acompañamiento que parece sugerir el suave balanceo
de las olas; el movimiento concluye en un luminoso amanecer. La segunda
parte evoca la costa africana. Nada tan expresivo como la frase del
oboe en esta segunda escala. Es una melodía árabe recogida
por el compositor en Túnez; especie de serenata obsesionante
y melancólica que nos hace entrar en contacto con la eterna nostalgia
de los músicos de Oriente, incansables improvisadores de monótonas
melopeyas. Este movimiento tuvimos ocasión de comentarlo en anterior
oportunidad. La tercera y última parte de la suite nos indica
que el navío ha llegado a España, patria del ritmo y de
la danza. Con los más brillantes colores de la paleta orquestal,
nos pinta el compositor la alegría de la cálida tierra
valenciana, la alegría de la luz que parece animar toda esta
música.

Jacques Ibert, compositor francés
(París, 1890 - París, 1962)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Escalas, de Jacques Ibert.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- Debe tomarse en cuenta que Plaza redactó
este texto en 1939-40, por lo que su concepto de música actual,
moderna y/o contemporánea se circunscribe a las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras cuatro del siglo XX. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |